Cuando no voy a verte, pero sigo feliz

Una mezcla de impotencia, tormento y malestar sentía en el pecho, mientras las horas pasaban este domingo y reducían la posibilidad de estar a tu lado. Mis domingos ya no te pertenecen del todo –con pena lo admito-, pero ahora los paso al lado de mi bisabuela, en una clínica por San Miguel. Ya soy consciente de que tendré que acomodar mis horas en esos días para ir a verte y aunque sea alcanzar el segundo tiempo. Cuando mi inasistencia al Templo ya era obvia, mi amargura crecía más. Era feliz de que te tocaba jugar, pero el no estar ahí contigo, hacía un tremendo contraste de emociones. Era mi segundo partido de locales que no te acompañaba: en el anterior, una infección me dejó internada todo el fin de semana y me complicó estar a tu lado. Esperé la hora del partido para salir a almorzar y así, aprovechar algún televisor de cualquier restaurante. En el que entré, lo tenían apagado y cuando lo prendieron, sintonizaron noticias. Vaya suerte. Mi celular con poca batería, me sirv...