Cuando no voy a verte, pero sigo feliz

Una mezcla de impotencia, tormento y malestar sentía en el pecho, mientras las horas pasaban este domingo y reducían la posibilidad de estar a tu lado. Mis domingos ya no te pertenecen del todo –con pena lo admito-, pero ahora los paso al lado de mi bisabuela, en una clínica por San Miguel. Ya soy consciente de que tendré que acomodar mis horas en esos días para ir a verte y aunque sea alcanzar el segundo tiempo.

Cuando mi inasistencia al Templo ya era obvia, mi amargura crecía más. Era feliz de que te tocaba jugar, pero el no estar ahí contigo, hacía un tremendo contraste de emociones. Era mi segundo partido de locales que no te acompañaba: en el anterior, una infección me dejó internada todo el fin de semana y me complicó estar a tu lado.

Esperé la hora del partido para salir a almorzar y así, aprovechar algún televisor de cualquier restaurante. En el que entré, lo tenían apagado y cuando lo prendieron, sintonizaron noticias. Vaya suerte. Mi celular con poca batería, me sirvió para sintonizar una emisora y escuchar la narración. Minutos después, cuando ya asimilaba la situación en la que me iba a tocar escuchar el encuentro, el locutor suelta un grito de gol. Tenía el celular en las manos y la emoción me hizo lanzarlo en la mesa. Un tiro libre del uruguayo, que levantó la copa en el 2013, había burlado la barrera ayacuchana y tras un rebote se metió al arco para abrir el marcador. Sonreí, pero de nuevo me lamentaba no estar ahí.

Comí lo más rápido posible, tenía poca batería y aún tenía que caminar varias cuadras hacia la clínica. Saliendo del restaurante escuché el gol anulado al charapa –otra vez, dije-, conociéndolo iba a ir por otro y una cuadra después, me detuve porque gritaban un tanto suyo –lo sabía-. Miré al cielo y solté una sonrisa. Esta vez, solo pensé en la alegría de escuchar tus goles. Con el marcador a nuestro favor, regresaba a la clínica, más calmada de lo que salí. Y una cuadra antes de llegar, escucho otro grito de gol en la radio. El tercero del primer tiempo, el gol que eliminó toda mi amargura y puso felicidad en mi corazón, el que me hizo mirar la U que llevaba en el pecho y recordar lo lindo que es ser hincha de Universitario.

A los minutos, nos devolvieron un gol, pero poco me importó, íbamos tres goles y mi orgullo crema estaba al tope. Vino el cuarto, de ese pequeño que lleva mi número de la suerte en la espalda y la felicidad no cabía en mí. No estar a tu lado pasó a segundo plano, cuando volví a sentir la alegría que solo tú ocasionas en mí. Mi mente regresó al partido que jugaste cuando salía de una madrugada en emergencias, tampoco pude estar contigo, pero la felicidad era la misma, la de siempre. Tienes ese poder sobre mí, que pocos entienden y que yo disfruto.  Universitario tiene esa magia, ese efecto de hacernos sonreír. 

Comentarios

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  2. Por cierto te mandé varios tuits jijiji creo que no te llega o no te nace responder, bueno igual cuidate, besos de chocolate y me gusta lo que escribes. A por cierto la cuenta de mi @ está como elmarylaluna16

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  3. Muy bien, Rayza. Solo un toque mágico y tu nota será excelente, ya verás. Confía en mí 😉

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