92 años después...
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Calle Juan de la Coba (Fuente: Internet) |
Hoy iba a repetir la historia que ya muchos conocen: esa que cuenta como, hace noventa y dos años, un grupo de san marquinos, reunidos en la calle Juan de la Coba, dio vida a lo que hoy es la fuente de amor para muchos de nosotros; pero hablar del Campeón, en el día de su aniversario, va más allá de ese 7 de agosto de 1924.
La historia de Universitario ya no se escribe más en Juan de
la Coba, vuelve a nacer en la calle José Díaz. La cita ya no es en la sede de
la Federación de Estudiantes del Perú, es en el Estadio Nacional de Lima. El
reloj ya no marca las diecinueve horas, esta vez son las dieciséis horas. Ya no
asisten solo estudiantes san marquinos, ahora somos la mitad más uno.
Si alguna vez me han preguntado por qué amo tanto a la U, hoy lo
entendí más que nunca. En el día del campeón, el destino nos puso un partido
contra uno de nuestros habituales rivales: los de la Florida. El hincha llega
con la sensación de que estamos de fiesta, que en un día como hoy, perder es
imposible, esa posibilidad no nos pasa por la mente ni un solo instante. El
ingreso ordenado y sin complicaciones, nos augura un buen inicio. Al sonido del
pitazo inicial, empieza el espectáculo en la cancha y la fiesta en la tribuna.
La hinchada comienza a cantar, se detiene unos segundos para
lanzar reclamos al aire, alienta y vuelve a recriminar a ese equipo que lleva la
vocal amada en el pecho, que está lleno de errores y que está pateando al arco sin
definir. Nuestra defensa es burlada y los celestes abren el marcador, quince minutos después, les devolvemos el gol y, tal como en nuestro último
partido, nos lo anulan. Nos vamos a un entretiempo con la furia en la boca, las
lisuras en el aire, las malas caras en la tribuna, esperando que la historia
cambie.
Regresamos y aumenta el sin sabor:
la frustración de que nos van ganando y las oportunidades de gol de los de en
frente, mezclado con el pobre juego de los once en la cancha. Los jugadores
siguen con el mal planteamiento, pelotas perdidas, dejándose llevar por el equipo
contrario, una pésima marca y no
se ve que encuentren la solución. Cuando me preparo para gritar un gol de Benincasa, que se veía venir, Penny ataja el balón y junto con él, mi ilusión. Seguimos con el marcador
en cero y jugando sin mejoras, en la tribuna ya se mezclan los cánticos con los
reclamos, sabemos que no se puede perder en un 7 de agosto, menos contra los pavos.
Si el jugador no juega, el hincha alienta más fuerte. Todo ese escenario amargo, impulsa a que desgarremos la garganta, que la doce demuestre que a la U no se le da por muerto. Que esos once recuerden que representan al más grande del Perú y que se lucha hasta el final. Y así, en medio de un aliento desenfrenado y un hincha desesperado por no regresar a casa con la humillación de un dos a cero, llega un tiro de esquina para la alegría, para darnos ese placer que solo uno de la U puede sentir: golear en el último minuto.
Minuto 83, desde la esquina, Flores patea al centro, Cuba logra ganar en el aire, cabecea y pelota al arco. El gol de la calma, el que dice que está jugando Universitario, el equipo de la garra y que a casa no volvíamos con un cero. Tres minutos después, aparece él que ya se volvió experto en darnos ese punto de quiebre emocional. Se repite la historia, se repite la jugada: Flores lanza el corner, rebota en Penny y un cabezazo del Charapa envía la pelota justo al centro del arco: gol. El causante de los abrazos de gol más fuertes, los que más recuerdas, los que más gritas.
Volteo para celebrar con mis amigos, los abrazo mientras grito, regreso mi mirada al arco donde ocurrió todo, mi respiración se me va, tomo asiento y las lágrimas empiezan a caer. Sigo mirando y recuerdo que es por eso que amo tanto a Universitario. Entendí ahí, mi merengue querido, que la mejor sensación de felicidad es a tu lado. Que la gloria sabe mejor, cuando hemos pasado mil derrotas. Que al final, siempre estarás para hacerme feliz. Pasa en la cancha, pasa en mi vida.
Minuto 83, desde la esquina, Flores patea al centro, Cuba logra ganar en el aire, cabecea y pelota al arco. El gol de la calma, el que dice que está jugando Universitario, el equipo de la garra y que a casa no volvíamos con un cero. Tres minutos después, aparece él que ya se volvió experto en darnos ese punto de quiebre emocional. Se repite la historia, se repite la jugada: Flores lanza el corner, rebota en Penny y un cabezazo del Charapa envía la pelota justo al centro del arco: gol. El causante de los abrazos de gol más fuertes, los que más recuerdas, los que más gritas.
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Foto: Facebook del Club |
Noventa y dos años han pasado para volver a escribir nuestra historia. Seguimos siendo el equipo de la garra, al que poco le interesan las jugaditas, el que solo quiere ganar. El que no se da por muerto, el que lucha hasta el final. El de la hinchada más grande. El más copero, el más querido y popular. ¡Y dale U! Toda mi vida, me escucharán.
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